II. PRIMERAS PROPUESTAS Y PROYECTOS CONSTITUCIONALES EN LA CUBA DEL SIGLO XIX [5]

Durante la primera mitad del siglo XIX se elaboraron en Cuba seis proyectos de Constituciones: tres de carácter autonómico y tres de carácter separatista, que correspondieron a los movimientos socio-políticos que se dieron en la isla por esas fechas. Estos movimientos fueron, de un lado, el autonomista-reformista y, del otro, el separatista, que se desglosa en anexionista e independentista. Todos reflejaban las distintas actitudes que tuvieron quienes se sentían cubanos ante la dominación española; actitudes que en mayor o menor medida quedaron plasmadas en sus diversas manifestaciones constitucionales. Frente a ellos se produjo el movimiento integrista, formado por los peninsulares y criollos que se sentían españoles y que eran, por consiguiente, partidarios del status quo.

3   Véase de Bernal, Beatriz, Las Constituciones de Cuba republicana, Miami, Instituto y Biblioteca de la Libertad, 2003.

4   Se trata de cinco compilaciones de textos doctrinales, legislativos y constitucionales cubanos. Éstos son: Lazcano y Mazón, Andrés, Las Constituciones de Cuba, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1952; Pichardo, Hortensia, Documentos para la historia de Cuba, La Habana, 1971-1980; Cuesta, Leonel de la, Constituciones cubanas, en sus dos versiones, Madrid, Ediciones Exilio, 1974 y Miami, Alexandria Library Incorporated,

2007; y Bernal, Beatriz, Cuba. Fundamentos de la democracia.  Antología del pensamiento liberal  cubano desde fines del siglo XVIII hasta  fines del siglo XX, Madrid, Fundación Liberal José Martí, 1994 y Las Constituciones de Cuba republicana, Miami, Instituto y Biblioteca de la Libertad, 2003. Asimismo, me ha sido de gran ayuda la cronología de Fornés, Leopoldo, Cuba. Cinco siglos de historia, política y cultura, Madrid, Editorial Verbum, S.L., 2003.

5   Para este apartado, véase de Bernal, Beatriz, “Propuestas y proyectos constitucionales en la Cuba del siglo XIX”, Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid, t. LXVII, vol. I, 1998.

El primero en tiempo fue el autonomismo6  que, como su nombre lo indica, solicitaba un régimen autonómico para la isla de Cuba. Sus principales manifestaciones constitucionales fueron los proyectos de José Agustín Caballero de 1811, Gabriel Claudio Zequeria de 1822, y Félix Varela de 1823. Inspiradora de esos proyectos fue la obra doctrinal de Francisco Arango y Parreño (1763-1837), marqués de la Gratitud, ideólogo máximo de la oligarquía terrateniente a la que pertenecía. Nombrado diputado a las Cortes de Cádiz en 1813, Arango y Parreño solicitó que se le diera a Cuba un régimen de gobierno semejante al otorgado por Inglaterra a Jamaica. Su petición se basó en un informe que elaboró en 1810 con fundamento en su famoso: Discurso sobre la agricultura de La Habana  y medio de fomentarla,7   ensayo racionalista y pragmático que tuvo como consecuencia la apertura económica que disfrutó la isla durante el primer periodo absolutista del rey Borbón Fernando VII.

El proyecto de Constitución autonómica de Caballero8  fue redactado en 1811 y se inspiró en el mencionado Discurso sobre la agricultura  de Arango y Parreño. Consta de diecisiete artículos y propone la creación de un Consejo provincial presidido por el capitán general de la isla y compuesto por veinte consejeros. Este Consejo tendría competencia en materia de hacienda pública, comercio y política general, quedando fuera de su jurisdicción sólo las cuestiones militares. Propone también un sistema judicial independiente de la metrópoli.

6   Dos obras fundamentales para analizar el autonomismo cubano son los libros de Alonso Romero, Ma. Paz, Cuba en la España liberal (1837-1898). Génesis y desarrollo del régimen autonómico, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2002, y de Elorza, Antonio y Bizcarrondo, Marta, Cuba/España. El dilema autonomista, 1878-1898, Madrid, Editorial Colibrí, 2001. Excelente reseña de la primera es: “Cuba y el orden jurídico español del siglo XIX: la descentralización colonial como estrategia y táctica jurídico-política  (1837-1898)”  de  Franco  Pérez,  Antonio-Feliu,  Historia  constitucional,  5, 2004, revista electrónica, http://hc.redoris.es.

7   El discurso puede consultarse en Cuba: fundamentos de la democracia. Antología del pensamiento..., cit., nota 4, pp. 45-67.

8   El presbítero habanero, José Agustín Caballero fue catedrático de filosofía y rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana.

Zequeira9  elaboró en 1821 unas “Instrucciones” para que fueran llevadas por los diputados cubanos a las cortes españolas en 1822. En ellas se pedía a las cortes que incluyesen en la Constitución una serie de capítulos referentes al gobierno de las provincias de ultramar. Dicho proyecto, muy adelantado para su época, establecía dos categorías de ciudadanos: los españoles y los españoles-americanos, siendo estos últimos los únicos que tendrían derechos políticos en las Antillas españolas. Además, proponía para la isla un gobierno integrado por los tres poderes tradicionales: 1) el Legislativo, compuesto por una cámara baja (Asamblea Española Americana) con amplias facultades legislativas y por una especie de Senado (Recto Consejo Consultivo) que tendría como funciones, además de sancionar y vetar las leyes, las de aconsejar al gobernador y proponer las ternas para los principales empleos de la administración pública, 2) el Ejecutivo, que se estaría desempeñado por el capitán general (Real Conservador) nombrado por el rey pero con facultades limitadas por la Asamblea, y 3) el Judicial, que estaría presidido por una Corte Decisiva de Justicia, aunque seguiría contando con los organismos judiciales hasta entonces existentes. Tan ambicioso, audaz y temprano proyecto, que sin duda se elaboró pensando en una futura independencia de la isla, le costó al autor una estancia temporal en la cárcel. Más adelante fue puesto en libertad, pero se confiscó el manuscrito y se prohibió la circulación de cualquier copia del mismo que pudiera existir.

Varela,10  quien fue electo diputado a las Cortes españolas en 1823, llevó a ellas el Proyecto de Instrucción para el Gobierno Económico y Político de las provincias de Ultramar. Compuesto de ciento ochenta y nueve artículos divididos en tres títulos, el proyecto proponía modificaciones a los ayuntamientos, a las diputaciones provinciales, y a las jefaturas políticas. Se trataba de un proyecto constitucional descentralizador que otorgaba amplias facultades a las diputaciones, las que tendrían jurisdicción en materia fiscal, educacional y de fomento. Liberal utópico, con ideas cada vez más separatistas, la vuelta de Fernando VII al poder le costó a Varela el destierro a España. Posteriormente pasó a Estados Unidos donde vivió hasta su muerte.

9   Gabriel Claudio Zequeira, natural de La Habana, fue regidor del ayuntamiento de Matanzas.

10   Félix Varela, discípulo de Caballero, fue un connotado educador, egresado y profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio. A él se le atribuye la modernización de la enseñanza en Cuba y la creación de la primera cátedra de “Constitución” que se impartió en la isla.

En resumen, en esta primera mitad de siglo XIX no sólo se plantearon desde Cuba a las Cortes españolas algunas propuestas con contenido autonomista como la de Arango y Parreño, sino también varios proyectos de Constituciones autonómicas que propugnaban la libre concurrencia y el cese del proteccionismo económico, así como la creación de instituciones insulares con amplia competencia en materia de hacienda, comercio y seguridad pública. Todos esos proyectos fueron desoídos en la metrópoli.

Ahora bien, el autonomismo no tuvo su momento culminante hasta después de la “Paz del Zanjón” (1878), que dio fin a la Guerra de los Diez Años. Esto se debió a la creación, en 1881, del Partido Liberal Autonomista (PLA), cuyo lema fue: “Gobierno del país por el país”. El Partido Liberal Autonomista contó con dos periódicos: El Triunfo y El País, donde los autonomistas expresaron sus ideas que fueron: la abolición de la esclavitud, la separación de los presupuestos de la isla, la supresión de la corrupción administrativa y, sobre todo, un régimen autonómico para Cuba. Además, lanzaron un Manifiesto al País con reformas que incluían cuestiones sociales, políticas y económicas.

A pesar de que, desde el punto de vista de la lucha electoral, el resultado del Partido Liberal Autonomista fue pobre —los integristas, quienes habían fundado otro partido, el Partido Unión Constitucional (PUC) les ganaron las elecciones— la labor de los miembros del Partido Liberal Autonomista fue positiva. Sus escritos llegaron a ciertos sectores de la población y tuvieron gran importancia en la formación de la cultura política de los cubanos de la época y en la institucionalización del Estado que advino después de la independencia. Así logró, presionando a las autoridades metropolitanas, la promulgación de algunas disposiciones legislativas civiles y administrativas que, más tarde, fueron favorables a la estructura del Estado emergente. Además, aunque quedó en letra muerta, la lucha de los autonomistas dio lugar al Plan de Gobierno Autonómico para la isla de Cuba que presentó Antonio Maura a las Cortes españolas cuando era ministro de Ultramar (1892-1894), Plan que quedó en proyecto, al igual que el de Buenaventura Abarzuza de 1895. Por último, dicha presión sirvió para elaborar la Constitución Autonómica de 1897 que se promulgó y entró en vigor en Cuba en mayo de 1898 y que, ya a punto de declararse la guerra hispano-americana, nunca pudo aplicarse.

El autonomismo cubano de la primera mitad del siglo XIX respondió, a causas, por un lado pragmáticas y por el otro ideológicas. Entre las primeras estaba el desarrollo económico de la isla que se logró con la liberalización del comercio del azúcar con Estados Unidos, su mercado natural. Entre las segundas estaba la aparición de un sentimiento de nacionalidad o cubanía que se desarrolló entre las elites ricas e ilustradas nacidas en Cuba que controlaron las instituciones de cultura y enseñanza. Esta minoría ilustrada empezó a considerarse capaz de regir su propio destino y, según las circunstancias, optó por medidas autonómicas o separatistas. En la segunda mitad del siglo, las causas del autonomismo varían. Son ya más políticas y tienen como finalidad evitar otro conflicto bélico después del desangramiento y crisis económica resultado de la Guerra de los Diez Años. Además, la desastrosa experiencia de las repúblicas independientes del continente americano hizo pensar a los cubanos autonomistas que era mejor mantenerse, con un régimen de libertades, dentro de la monarquía española.

Primo hermano del autonomismo, aunque también con contactos con el anexionismo, el “reformismo” surgió formalmente a mediados del siglo XIX al crearse el “Círculo Reformista” durante el gobierno del general Serrano en Cuba (1859-1862). Dicho Círculo aglutinaba a un grupo  de  cubanos  de  la  oligarquía  junto  a  miembros  de  la  minoría ilustrada, y tuvieron un periódico propio: El Siglo. Los reformistas no elaboraron Constitución alguna, aunque sus ideas quedaron plasmadas en un extenso programa de reformas que el Círculo elevó a las Cortes españolas en 1867 en un documento donde se abogaba, entre otras cuestiones, porque las provincias ultramarinas tuvieran Constituciones particulares formadas con la intervención de sus habitantes.11  Estas ideas fueron: 1) igualdad de derechos políticos a cubanos y españoles, 2) representación cubana antes las Cortes metropolitanas, 3) ley de imprenta igual a la de la península, 4) prohibición de la trata de negros y de toda inmigración de color; así como fomento de la inmigración blanca, 5) resolución del problema de la esclavitud en conciliación con los intereses de los propietarios, 6) extensión a Cuba de las leyes civiles, penales y mercantiles de la península, 7) elaboración de leyes municipales semejantes a las de la península, y 8) sistema de control de los funcionarios públicos peninsulares.

11   Este documento se basó en El examen analítico, obra de José Antonio Saco. Él, junto a Francisco de Frías Jacott, conde de Pozos Dulces, y más tarde Enrique José Varona, fueron de las mentes más preclaras de la ilustración cubana decimonónica.

El separatismo, al igual que el autonomismo, apareció en Cuba a principios del siglo XIX por influencia de los movimientos independentistas del continente; pretendió, como su nombre lo indica, separar a Cuba de la monarquía española. Se subdivide, como dije anteriormente, en anexionismo e independentismo, según pretendiera anexionar a Cuba a los Estados Unidos de Norteamérica (aunque hay indicios de que en sus comienzos se habló también de unirla a México y a Colombia) o convertirla en República independiente.

La primera manifestación del independentismo fue la conspiración de Joaquín Basave y de Román de la Luz que dio lugar al también primer proyecto constitucional independentista: la Constitución de Joaquín Infante de 1818.12  La segunda fue la conspiración de “Los Rayos y Soles de Bolívar” que proclamó la independencia de la República de Cubanacán en 1823. Ambas fueron sofocadas. La tercera, la conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, liderada por el general venezolano Narciso López,13  quien había sido anexionista, y que dio lugar a dos Constituciones separatistas: la que lleva su nombre, elaborada en 1851 y la del “Ave María”, preparada por sus seguidores en 1858.

“Constitución para la isla de Cuba” se llamó el proyecto constitucional de Infante. Consta de cien artículos englobados en diez títulos. A su tenor, el Estado quedaba integrado por cuatro poderes: Legislativo, Ejecutivo, Judicial y militar, con preeminencia del primero. Los poderes Judicial y militar no estaban claramente estructurados. Con respecto a las libertades públicas, la Constitución garantizaba el derecho de petición, la inviolabilidad de domicilio, la libertad de prensa y la de la persona física; sin embargo, no reconocía derechos a los negros, aunque prometía medidas para la pronto extinción de la esclavitud. También contenía disposiciones sobre las rentas públicas, la religión y los oficios eclesiásticos, la situación de los nacionales y extranjeros, la abolición de las penas crueles e ignominiosas y sobre los símbolos del Estado, todas en desorden. Se trataba, en resumen, de una miscelánea de disposiciones mal hilvanadas que me hacen pensar que Infante, aunque abogado, no debió contar con grandes conocimientos del derecho constitucional clásico.

12   Para mayor abundamiento sobre este tema, véase Bernal, Beatriz, “El primer proyecto de Constitución independentista para Cuba”, Estudios jurídicos en homenaje a Marta Morineau, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, t. I.

13   López murió en el cadalso, en Cuba, en 1851.

La Constitución de Narciso López consta de veintitrés artículos, proclama en el primero de ellos la independencia de la República de Cuba y en el tercero describe la bandera que se perpetuaría en la isla como enseña nacional. Se trata de una carta provisional un tanto confusa en la medida en que los Poderes Legislativo y Ejecutivo se alternan entre el jefe del Ejército Libertador y el Gobierno Provisional, compuesto por seis ciudadanos distinguidos. Reconoce la propiedad privada, las libertades de palabra e imprenta y declara abierto los puertos, bahías y embarcaderos de la isla al comercio internacional, aboliendo los derechos de importación y exportación, las alcabalas, y las licencias y pasaportes de tránsito. Constitución pensada para regir provisionalmente en medio de la guerra que ya se anunciaba, prevé el desalojo del país por el enemigo y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que asumiera todos los poderes al ganarse la contienda y se redactarse la Constitución definitiva de la nueva República.

La Constitución del “Ave María” consta de veinticuatro artículos y es muy semejante a la anterior, aunque presenta algunas diferencias interesantes de destacar. Primero que nada sustituye el nombre de República de Cuba por el de República Cubana. Después modifica el Gobierno Provisional, que ahora estaría integrado por cinco miembros (pentarquía), entre los cuales se elegiría a un presidente. Su más importante novedad estaba contenida en el artículo 19, en él que se establecía la abolición de la trata de africanos, así como la prohibición de introducir cualquier otra gente de color en la isla.

En cuanto al anexionismo, éste surgió formalmente en 1846 en la capital de la isla, donde se creó el Club de La Habana, integrado por miembros de la oligarquía azucarera y de la elite ilustrada habanera. A él se unieron otros Clubes en Camagüey y Trinidad. Los anexionistas llevaron a cabo varios intentos frustrados de invasión a Cuba, financiados por sus compatriotas que luchaban por la misma causa desde Estados Unidos. Con el transcurso del tiempo se produjo una división entre ellos: los llamados “moderados” de los Clubes de La Habana y Camagüey se volvieron reformistas, y los anexionistas llamados “radicales”, como los del grupo de Narciso López, se convirtieron en separatistas.

Antecedente de esta corriente anexionista fue un proyecto presentado en 1822 al presidente Monroe por un tal “Mr. Sánchez” quien, en representación de un grupo clandestino habanero, propuso al presidente de los Estados Unidos su ayuda para convertir a Cuba, primero en República y después en un estado más de los Estados Unidos de Norteamérica. El proyecto se estudió en el Congreso norteamericano y fue rechazado por John Quincy Adams, a la sazón secretario de Estado de dicho país. Esto no es de extrañar, pues a pesar de los varios intentos de compra de la isla a España por parte de Estados Unidos que comenzaron a principios de siglo, en el periodo del presidente Jefferson (1801-1808), y continuaron a lo largo de todo éste, la política norteamericana hacia Cuba fue conservadora en torno a la anexión. El modelo que siguió el gobierno de los Estados Unidos con respecto a las propuestas de los anexionistas cubanos fue decirles que primero obtuvieran su independencia y después solicitaran su incorporación a los Estados Unidos como un estado más. Ese modelo fue el que más tarde usó en la anexión de Texas.

El anexionismo, juzgado desde nuestra época, aparece como el más equívoco y contradictorio de los movimientos políticos del siglo XIX cubano. Sobre todo porque en él, además de miembros de la oligarquía criolla, se vieron involucrados personajes de la elite ilustrada como José Antonio Saco y el conde de Pozos Dulces, patriotas independentistas como el venezolano Narciso López, así como autonomistas liberales quienes convencidos de que en España nunca se producirían las reformas que ansiaban, y atraídos por la soberanía de los estados que garantizaba la Constitución norteamericana, consideran que la mejor opción para lograr el progreso político y económico de la isla era la anexión al vecino del norte.

A mediados de la década de los sesenta del siglo XIX, los cubanos reformistas habían perdido ya las esperanzas de que España variara el ritmo de su política. Lo mismo sucedía con los anexionistas con respecto a los Estados Unidos, y con los autonomistas en los inicios de la década de los noventa. Por tal razón, muchos de ellos, cada cual en su momento, se pasaron con sus personas y bienes al bando independentista. Fue en ese nuevo contexto que se dieron las dos guerras de independencia que alumbraron las Constituciones de la segunda mitad del siglo XIX.

 

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