Hilos Desenrollados

La apología al fracaso: el cáncer político del exilio cubano

Exito / Fracaso
@EduardoGaraicoa, @Dincomoda711

La apología al fracaso: el cáncer político del exilio cubano

Dentro del exilio cubano —y por extensión en casi todas las fuerzas que se oponen al régimen— existe un fenómeno profundamente dañino: la apología al fracaso.
Esa costumbre de glorificar derrotas, idolatrar presos, celebrar mártires políticos y asumir que la impotencia es una virtud cívica. Mientras más veces hayas perdido, más golpes recibas o más veces hayas caído preso, más “auténtico” te consideran.
Es una mentalidad suicida.

Este discurso no nace dentro de Cuba:
se fabrica y se magnifica fuera, en el exilio, y luego se proyecta hacia adentro.

No es espontáneo. Tiene raíces culturales:
herencia colonial y martirológica, donde sufrir parece más honorable que lograr. Y también una herencia del castrismo, que convirtió cada fracaso propio en epopeya moral. El exilio replicó ese molde sin darse cuenta.

Pero la realidad es simple:
la cárcel no convierte a nadie en líder; lo inutiliza.
El preso:

– pierde capacidad operativa,
– queda aislado,
– se convierte en rehén natural,
– y muchos terminan cooperando bajo presión.

El régimen lo sabe: por eso prefiere opositores presos y derrotados antes que ciudadanos organizados y eficaces.
La apología al fracaso le sirve al poder, no a la libertad.

Esta mentalidad:

– glorifica la impotencia,
– premia la derrota,
– castiga la eficacia,
– desconfía del éxito,
– convierte la política en martirio,
– destruye la cultura republicana,
– y mantiene al exilio emocionalmente satisfecho… pero estratégicamente inútil.

El republicanismo no se construye con sufrimiento, sino con virtud + capacidad + estrategia + eficacia.
Nada de eso lo aporta el culto al fracaso.

¿Cómo combatir esta mentalidad?

1. Afirmando que el mérito político está en construir, no en fracasar.

2. Sustituyendo la figura del “preso heroico” por la del ciudadano eficaz.

3. Reemplazando la cultura del sacrificio por la cultura constitucional.

4. Dejando de premiar derrotas: el reconocimiento debe ir al orden, la estrategia y la capacidad.

5. Recordando que la República no se recupera con mártires, sino con ciudadanos victoriosos.

Mientras el exilio glorifique derrotas,
seguirá siendo emocionalmente ruidoso y políticamente inofensivo.

Liberarnos de la apología al fracaso es indispensable para liberar a Cuba.
No necesitamos más héroes derrotados:
necesitamos ciudadanos que ganen.

#Cuba #ExilioCubano #C40 #RepublicaSoberana

Cuando el atraso se vuelve identidad: otro síntoma de la apología al fracaso

A este defecto cultural —nacido y amplificado en el exilio, pero heredado por la oposición en general— se suma otro fenómeno igual de dañino: la romantización del atraso cubano.

Cuba, desde afuera, se vende como un país “detenido en el tiempo”.
Las casas destruidas son “encanto”.
La pobreza es “autenticidad”.
Los carros de los años 50 son “orgullo nacional”.
El atraso se convierte en “atractivo”.

Todo eso es una construcción mental que nace fuera de Cuba, se reproduce en el exilio y se retroalimenta con el mercado del exotismo
Y forma parte del mismo problema:
la glorificación de lo que debería avergonzarnos.

Porque detrás del “encanto” hay ruina estructural.
Detrás del “color local” hay miseria.
Detrás de los “almendrones” hay un país sin futuro industrial.
Detrás del “Cuba auténtica” hay un pueblo sin derechos, sin progreso y sin herramientas para vivir en el siglo XXI

Pero el discurso romántico —y destructivo— se mantiene porque:

– convierte el desastre en identidad,
– normaliza el fracaso,
– reduce las aspiraciones,
– y acomoda la conciencia colectiva a un país que no avanza.

La lógica es la misma que la apología al fracaso:

Si el fracaso se glorifica, el progreso se sospecha.
Si la pobreza es “orgullo”, el desarrollo se percibe como traición a la esencia.
Si el atraso es identidad, la modernidad parece amenaza.

Por eso este discurso es peligroso:
porque impide desear, imaginar y exigir normalidad republicana.
A un pueblo que solo aprende a celebrar lo viejo, lo roto y lo precario, le cuesta reclamar instituciones, prosperidad, industria, Estado de derecho, república moderna.

La Cuba detenida en el tiempo no es postal:
es tragedia.
No es atractivo:
es decadencia.
No es orgullo:
es una humillación histórica que debemos superar.

No podemos luchar por la República mientras, al mismo tiempo, celebramos su ruina.
La pobreza no es identidad.
El atraso no es cultura.
El fracaso no es esencia cubana.

Cuba no necesita más nostalgia del desastre:
necesita ambición republicana.Image
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Fuente:

Información Adicional

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