Puntos de Vista

El Último Decreto

El Último Decreto

El Último Decreto

 

Por Onelia Broche;
Cuento corto de ciencia ficción y viaje en el tiempo.

Año 2085. La Habana ya no es más que una ciudad fantasma, regida por un régimen que ha mutado en una distopía tecnológica. No quedan libros impresos. Los ciudadanos viven bajo vigilancia constante. El pensamiento crítico ha sido reemplazado por algoritmos de obediencia. Y en las ruinas de una biblioteca olvidada, un joven historiador clandestino encuentra una reliquia: una copia amarillenta de la Constitución de 1940.

Se llama Elías, y ha oído rumores sobre aquel documento: “la más avanzada de su tiempo”, decían los pocos ancianos que aún recordaban. Lo que no esperaba era encontrar dentro del libro un dispositivo oculto —pequeño, circular, con inscripciones en latín y circuitos que brillaban al tacto. Lo activa sin querer, y un vórtice de luz lo arrastra al pasado.

Año 1941. La Habana.

Elías despierta confundido, en pleno centro de una ciudad viva y vibrante. Al darse cuenta de dónde está, y cuándo está, comprende que ha sido enviado allí por una razón: proteger la Constitución de 1940 de su futura traición y olvido.

Guiado por el diario que encontró en su tiempo, Elías localiza a Rafael Trejo, un joven abogado y activista que, en esta versión alternativa de la historia, no ha muerto en 1930. En este universo, vive oculto, dirigiendo un pequeño grupo de constitucionalistas decididos a evitar que el documento sea vulnerado por intereses militares y caudillistas.

Pero el futuro no se rinde fácilmente. Agentes del “Ministerio del Tiempo Interno”, un brazo secreto del régimen del 2085, también han viajado al pasado para impedir que Elías cumpla su misión. Su objetivo: asegurarse de que la Constitución de 1940 quede en el olvido, para que el ciclo de control absoluto nunca se interrumpa.

La batalla por la legalidad

Elías y Rafael lideran un contraataque intelectual. Difunden copias del documento, fundan escuelas nocturnas, y convencen a líderes obreros, estudiantes y campesinos del valor de una carta magna basada en la soberanía, la justicia social y la separación de poderes.

Mientras tanto, los agentes del futuro sabotean imprentas, manipulan medios y siembran división entre los revolucionarios. Todo se decide en un debate público en el Capitolio, donde Elías, suplantando a un delegado desaparecido, defiende los valores de la Constitución ante un auditorio dividido.

Con su voz temblorosa, declara:

“No venimos del pasado ni del presente, sino del porvenir. Si abandonamos hoy este pacto de justicia, mañana seremos polvo sin historia. La Constitución de 1940 no es un papel viejo. Es un faro que aún puede guiarnos… si tenemos el coraje de encenderlo.”

El pueblo aplaude. El decreto para declarar inviolable la Constitución es firmado.

Epílogo

Elías despierta otra vez en 2085. Pero ya no es la distopía que conocía. Ahora hay libros. Hay elecciones. Hay escuelas que enseñan sobre el derecho, y plazas donde se leen los artículos de la Constitución como poemas de libertad.

En una esquina del Capitolio, una estatua lleva su nombre, junto al de Rafael Trejo.

Y la placa dice:

“Aquí lucharon hombres que no quisieron cambiar el pasado, sino salvar el futuro.”

 

Fuente: https://www.facebook.com/share/p/16vmGn11Xd/

 

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