DIARIO DE LA MARINA – Miami Beach, Sábado 1 de Abril de 1961, Página 3
Cuando «Estalle» la paz
«La organización de la paz después de ganar la guerra. Los frutos de la victoria no perduran si la paz no está bien organizada».
El mundo contemporáneo tiene dolorosas experiencias de haber ganado varias guerras y no haber sabido organizar una paz debidamente. Tal vez a esa deficiencia capital se deben los radicales trastornos que conturban al mundo después de las dos guerras universales. Al cesar los últimos disparos con que se abate al ene-migo, las ambiciones, las inconsciencias y las estupideces hacen su aparición, y como si el cuerpo indefenso de los pueblos que aún están postrados y tullidos pudieran soportar esta batahola de locos y frenéticos, sectores sociales, individuos conspicuos se lanzan a la tarea de arbitrar fórmulas disparatadas y proponer medidas que sólo las puede tolerar un cuerpo sano con reservas suficientes para auto-eliminar aquellas toxinas que amenazan su organismo. Estos ensayos en un cuerpo social postrado y exagüe no pueden acarrear más que la muerte definitiva.
En una guerra civil estos riesgos son menores porque los problemas que sé ventilan están circunscritos a una pequeña área, salvo en aquellos casos en que dicha guerra hayan hecho su aparición intereses alienígenas que modifiquen la moral, las ideas y los estímulos que dieron origen a la contienda. Es el caso de la guerra de Cuba, es una guerra con una potencia extranjera que se ha valido de un núcleo de cubanos traidores desde la cuna, y el hecho capital de este infame suceso es que hay que eliminar de nuestro suelo a Rusia, a los rusófilos que vendieron a la patria, y hasta a los últimos vestigios de la idea con que se alimentaron para destruir a nuestro pueblo. Como si dijéramos; hay que quemar el caballo de Troya desde el que nos asaltaron y no dejar que fuera, de él quede ni la más mínima partícula que pueda salvarse e infeccionar de nuevo el alma cubana.
Y ahí es donde empiezan nuestras dificultades y en donde nuestros problemas se complican, y es en donde los fundamentos de nuestra paz van a encontrar dificultades supremas si no sabemos elevar nuestro poder a la altura de nuestro deber. El hecho mismo de las diferencias que separan a los grupos que viven exilados en Miami –centro neurálgico del exilio– es ya una prueba de que hasta ahora hemos sido incapaces de encontrar una fórmula que nos acerque a ir organizando la paz. La fórmula capital que nos puede llevar a ese desiderátum es la unidad. ¿Existe esa unidad? Evidentemente, no, y mientras no exista, mientras no conformemos nuestras conciencias de cubanos a esa necesidad imperiosa, tal vez ganemos la guerra, porque esta guerra es una iniquidad que tiene que tener término satisfactorio para nosotros, pero no ganaremos la paz, que será lo mismo que mantener el cuerpo social cubano entablillado y tullido.
En Cuba, si queremos restaurar muchas de las cosas que nos han destrozado, y muchos de los valores morales que nos han dilapidado, tendremos que empezar con un juego limpio, es decir, poner la pizarra a cero, olvida casi todos los esquemas que habíamos ideado para nuestra vida política y cerrar con siete llaves el repertorio de ideas con que veinte años actuando hace veinte años. Así como así hay en todo el mundo un hundimiento total de sistemas que puede evitarnos el rubor de confesar nuestro fracaso. El ápice de nuestra derrota ha llegado tan alto que es una estupidez supina querer salvar ninguno de los elementos que formaban nuestro ideal, que por otra parte, más que ideal fue cajón de sastre en donde fuimos almacenando ideas descabelladas cojidas aquí y acullá. Hay momentos en que a las sociedades se les impone un ejercicio de humildad, y a Cuba le ha llegado este momento.
No olvidemos que tan importante como ganar la guerra es prepararnos, para cuando estalle la paz, saber cómo hemos de recibirla y consolidarla. Si no sabemos hacer eso de nada nos valdrá todo lo demás.
Apolíticos de todos los sectores deben integrar el gobierno
SOLAMENTE por medio de fórmulas concretas, diáfanas y elevadas, podrá superarse el clima actual que frena y fricciona los deseos unánimes de alcanzar plenamente la unidad, la verdadera unidad a través del desprendimiento, de la renunciación a las aspiraciones y ambiciones políticas. La lucha es cruenta; el enemigo se siente fortalecido, no tanto por el poder de sus armas, como por la desunión de los sectores en el exilio, en contraste con la firme unidad de los combatientes heroicos y de los esforzados luchadores en la clandestinidad, hermanados en el empeño común de destruir el monstruo soviético que desgarra a Cuba.
Si es lamentable el espectáculo que se ha hasta ahora con las divisiones y ambiciones políticas de los exilados, en el mismo grado es admirable el coraje Inconmensurable de los «Comandos de Liberación» que con valor espartano, con la fe y la ilusión de los primeros cristianos, dan su vida por el hogar y por la patria.
En esta guerra de liberación y de rescate de la nación aherrojada hoy por el comunismo internacional, debe preponderar el espíritu más refinado de abnegación que traiga, en consecuencia, la unificación de todas las fuerzas dispersas o antagónicas en un solo haz que no pueda oscurecer ninguna ambición o aspiración personal de carácter político.
La única fórmula posible, la única vía de acceso a tal fin es la siguiente:
1o.– La restitución Inmediata de la Constitución de 1940 con la derogación expresa de todas las enmiendas, adiciones y amputaciones a que fue sometida desde el primero de enero de 1959, estableciendo únicamente como disposiciones transitorias las que sean indispensables para el reordenamiento de la vida civil cubana. Esa revertebración debe ser tan urgente como de tiempo limitado.
Es necesario, indispensable, destruir desde ahora toda posibilidad de que en lo futuro, sea mediato o inmediato y hasta que Cuba se encamine nuevamente por los cauces, hasta que el pueblo diga con plena libertad en las urnas quiénes deben representarlo, que primen otros intereses que no sean los de la patria.
2º.– Para alcanzar plenamente la unidad no se vislumbra otro camino que el de la integración de un Gobierno Provisional por un periodo no mayor de 18 meses, por todos los sectores apolíticos de la vida cubana, en un bloque cimentado sobre el esfuerzo común de liberación y rescate nacional. Deben estar presentes los representativos de las profesiones, del comercio, de la industria, del trabajo, de toda actividad, en suma, aglutinados en el empeño de restaurar nuestro país por la senda constitucional. Cada uno de dichos sectores debe elegir de entre sus mejores a cuatro o cinco para, una vez seleccionado el más conspicuo, integrar el grupo gobernante que no debe pasar de cinco, si han de ser diez los miembros del gobierno, con la finalidad de que les combatientes directos o indirectos en Cuba, después de realizar una selección igual, completen el gabinete.
Ajenos a la política, desprovistos de ambición y solamente precedidos de una aureola acrisolada, tales representativos de todos los sectores de nuestra Patria podrán ofrecerse a los actuales grupos políticos en el exilio que luchan hoy por el derrocamiento del comunismo para integrar un gobierno que en verdad refleje la aspiración de las clases sociales, económicas, profesionales y laborales de Cuba.
Los miembros del Gobierno Provisional, como prueba de su desinterés, Imparcialidad y patriotismo, se comprometerán de antemano a no figurar como candidatos en las elecciones que se lleve a cabo para poner fin a la etapa provisional.
3º.– Restaurar nuestra patria sobre nuestras tradiciones cristianas y democráticas en la cual nuevamente vuelva a brillar el sol de la libertad; que la propiedad privada sea inviolable como en todo país civilizado; que la libre empresa sea factor determinante del progreso nacional; que los derechos humanos vuelvan a ser intangibles, ha de ser el único propósito, la misión única de quienes, una vez convertidos en combatientes de la liberación nacional, sean escogidos para encauzar a Cuba al derrumbarse el régimen comunista que hoy la ha sumido en el martirio y la agonía..
La única misión de un Gobierno
CUALQUIER gobierno provisional que se establezca en Cuba a la caída del régimen comunista deberá limitar mucho a sus objetivos si quiere contar con el apoyo de la mayoría del pueblo y preparar el tránsito de un nuevo estado de facto a un estado de jure, con el menor número posible de complicaciones.
La misión fundamental de un gobierno de esa naturaleza puede sintetizarse en estos tres puntos:
- Reparar las notorias injusticias del castrismo.
- Restañar las grandes heridas abiertas por el comunismo en nuestra patria.
- Pacificar el país y prepararlo para una contienda electoral limpia.
Si un gobierno provisional traspasa esos límites y se empeña en continuar los desastrosas experimentos del fidelismo, tratando de llevar a cabo contra viento y marea la supuesta revolución traicionada», sólo conseguirá levantar agrias polémicas, dividir a la familia cubana más de lo que está, estorbar a la rehabilitación moral y mate rial de la República y poner en precario su situación y Ja situación nacional.
El paso inicial que ha de dar ese gobierno es la reinstauración á plenitud de la Constitución de 1940. En esto no caben demoras, ni tibiezas, ni contemporizaciones. La Insurrección contra Batista se desató en nombre de los violados principios de esa Carta. El pueblo todavía está esperando que se le dé amplia y cumplida satisfacción en este punto. No restablecer la Constitución del 40 o restablecerla a medias sería incurrir en el mismo pecado de Fidel. Y para que el fidelismo siga pesando sobre Cuba como una losa no vale la pena tanto sacrificio, tanto dolor, tanta sangre como está costando la lucha contra ese régimen perverso,
La vigencia de la Constitución de 1940 supone la derogación automática de casi todas las leyes promulgadas por el fidelismo, pues todas son notoriamente inconstitucionales. Ningún tribunal de derecho se atrevería a rechazar un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Reforma Agraria, contra la Ley de los Solares Yermos, contra la Ley de Reforma Urbana.
Nadie que tenga sentimientos cristianos se opondría a una reforma agraria justa. Así lo expresó el DIARIO DE LA MARINA en el largo estudio que dedicó a este asunto, a raíz del incalificable engendro de la Sierra Maestra. Si la Ley Agraria del castrismo fuese buena, si hubiese funcionado correctamente en la práctica, si hubiese dado efectivamente la tierra a los campesinos, si hubiese determinado un aumento en la producción y un más alto nivel de vida en las zonas rurales, si no hubiese despojado inicuamente a cientos de propietarios, esa ley seria inconmovible. Nosotros seríamos, los amos los primeros en defenderla, porque somos partidarios decididos de que el trabajador cubano del campo viva con la mayor holgura y dignidad. Pero, como habíamos previsto en el antes mencionado estudio, esa Ley Agraria ha sido catas-trófica. Hoy el guajiro vive peor que vivió nunca. A los más de ellos no se les paga el salario en efectivo, sino en vales para las tiendas del pueblo. La tierra, lejos de pasar a sus manos, ha ido a parar al Estado o a cooperativas forzosas muy semejantes a los «koljozes» sovié ticos. Y en cuanto a la riqueza agricola y ganadera, ambas han sido totalmente destruidas.
Otro tanto ha pasado con casi todas las demás leyes del castrismo funesto. En ellas concurren, además del fondo comunista, la Improvisación, la demagogia, la ignorancia y la estupidez. Tales disparates legales lo único que han logrado es desbaratar la estructura económica de nuestra patria sin beneficiar a nadie, con la sola excepción de unos cuantos dirigentes de la «nueva clase».
Las mismas confiscaciones de bienes real o supuestamente malversados ¿pueden justificarse a la luz de las normas constitucionales? La pena de confiscación de bienes está prohibida en la Constitución de 1940. Esto no quiere decir que no exista la restitución en caso de enriquecimiento ilícito. Esto es rudimentario dentro de la moral cristiana. El que roba está obligado a restituir lo robado. Pero esa restitución tiene que ser dispuesta por un tribunal de derecho, dentro de procesos públicos en que se agote toda la prueba. En Cuba todo esto fue hecho gubernativamente, sin la intervención judicial y por meras presunciones o sospechas en la mayoría de los casos.
Además los llamados «bienes recuperados», en vez de ir a engrosar el patrimonio público, fueron a manos de particulares, que los están disfrutando como si fuesen suyos. Por eso el pueblo, con su infalible agudeza, le llama al Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados el Ministerio de Malversación de Bienes Recuperados;
Algo semejante ocurrió y sigue ocurriendo con los Juicios de los denominados «tribunales revolucionarios». Esos tribunales constituyen un verdadero escándalo internacional. Han condenado a muerte sin pruebas. En al-gunos casos han fusilado a personas por la muerte de revolucionarios que luego aparecieron vivos. Han impuesto condenas absurdamente desproporcionadas. Han vulnerado, en fin, todas las normas, del derecho, de la equidad y de la moral. ¿Se puede, a luz de los preceptos constitucionales, consagrar tantas iniquidades?
Restablecimiento a plenitud de la Constitución de 1940, rectificación de arbitrariedades y desafueros, reorganización administrativa de carácter general y celebración de elecciones en un término de 18 meses, son objetivos suficientes para mantener ocupado al gobierno provisional que ha de venir con la derrota y fuga de los fidelcomunistas. Las reformas sociales y económicas que el país requiere deberán realizarse por un gobierno que sea al producto de una genuina consulta popular. De lo contrario carecerán de base democrática y suscitarán nuevos enconos y conflictos.
En medio de todo lo malo que ha hecho, algo bueno nos dejará el castrismo: la inmunización contra el comunismo, la demagogia y toda especie de radicalismo. Los dirigentes de la provisionalidad deben quitarse de la cabeza la idea de que el pueblo habrá de exigirles proseguir hasta más allá o hasta más acá la revolución iniciada por Fidel Castro. Nada más absurdo. El pueblo de Cuba por está curado para mucho tiempo de esas experiencias, El pueblo cubano lo que quiere es paz para rehacer su vida, esa vida que el régimen comunista je ha destrozado.
Si no lo comprenden así los gobernantes de un futuro inminente, fracasarán en el empeño de reencauzar a Cuba. Y si no, al tiempo.
Fuente: https://ufdc.ufl.edu/es/UF00001565/17034/images/2?s=07
Agradecimientos especiales a: EIRENE (@EIRENE8634111), por brindar a todos la información aquí compartida.
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