Esta publicación se hizo posible mediante el apoyo proporcionado por el Buró para América Latina y el Caribe, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, bajo los términos del Fallo No. EDG-A-00-02-00007-00. Las opiniones expresadas pertenecen al autor y no necesariamente reflejan el enfoque de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
Reconstrucción socio-económica: sugerencias y recomendaciones para la Cuba post-Castro
Preparado para el Proyecto sobre la Transición en Cuba Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos Universidad de Miami
Por Antonio Jorge*
*Nota Bibliografica Sobre el Autor: Antonio Jorge es Profesor de Economía Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional de la Florida, Especialista Superior en Investigaciones en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos, Universidad de Miami y Consejero Académico Superior para el Proyecto sobre la Transición en Cuba de la Universidad de Miami.
El autor desea agradecer al Profesor Jaime Suchlicki por sus valiosos comentarios y sugerencias.
I. Introducción
El proceso de transformar una sociedad totalitaria y colectivsta en una democrática orientada hacia la economía de mercado es largo y complejo. Convertir una en la otra involucra numerosos aspectos políticos, sociales y económicos que interactúan a menudo de forma imprevisble en esquemas diversos y cambiantes. Se hace imposible establecer en detalle las rutas a seguir y los conjuntos de medidas políticoeconómicas a adoptar, particularmente aquellos de índole concreta e inmediata. La experiencia enseña que deben formularse en base a una rigurosa información empírica y casuística.
Urge tener presente que toda nación que experimente los profundos cambios sistémicos (o cambios de sistema) en cuestión constituye un caso singular. De hecho, no ha habido siquiera dos experiencias idénticas ni existe la posibilidad de que así fuere. A partir de la adopción de un programa macroeconómico inicial fundamentado en la imposición de medidas para fomentar la austeridad y la estabilización, los pasos posteriores han variado considerablemente de una nación socialista a otra. Las razones de tal variedad son dos. Primero, las condiciones de cada sociedad se revelan marcadamente distintas. Sin resultar exclusivas, éstas incluirían los niveles de desarrollo económico y social, el grado de modernización, las particularidades culturales, el carácter de las expectativas populares y otros factores semejantes. En segundo lugar se encuentran el equilibrio entre la filosofía política y la ideología operacional de aquellos que ostentan el poder político y sus preferencias con respecto al modelo socioeconómico a desarrollarse conforme a las intuidas aspiraciones de la población y la disposición de ésta para tolerar diversos tipos de medidas. Conviene recalcar que ciertas instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) se han percatado a plenitud de estas realidades. Acentúan ahora en grado mucho mayor que a principios de los noventa la necesidad de considerar el factor social cuando se toman decisiones ralacionadas con la política económica.
Las experiencias de la pasada década han enseñado asimismo que el proceso de cambio es largo y duro. Se ha caracterizado en todo momento por marcados altibajos en los índices de crecimiento económico y bienestar social, así como por frecuentes retrocesos políticoeconómicos por parte de las autoridades gobernantes. No se ha efectuado jamás el transito instantáneo del paradigma socialista al que se asienta en la economía de mercado. Harto simplista y mal concebida se ha revelado la ilusoria fe inicial en que se realizara una transmutación simultánea de la sociedad controlada en su antípoda, siguiendo el molde del Big Bang.
No obstante las consideraciones anteriores, aún es indispensable definir los objetivos a alcanzar como fines intermedios y definitivos de un proceso de transición. O sea, se hace de primordial importancia exponer lúcidamente los criterios que indiquen progreso y señalen cuando la transición haya llegado a su fin. De lo contrario, se generará gran confusión, surgirán contradiciones internas, ascenderán tremendamente los costos económicos y sociales y se correrá el riesgo del fracaso producto de un proceso de cambio coartado.
Siguiendo la alternativa de fines u objetivos intermedios y definitivos, debe tener lugar la concreción de una estrategia teórica general de acción. Los especialistas y profesionales han identificado varias opciones estratégicas recurrentes y las numerosas transposiciones políticas alternativas disponibles para su implementación. Diferentes combinaciones de conjuntos y medidas políticas y el orden relativo de su aplicación temporal y secuencial están disponibles para cada estrategia general. La flexibilidad táctica es decisiva, tanto desde el punto de vista de la utilidad política como del éxito socioeconómico.
Sin embargo, la consistencia y la coherencia lógica en general de todo el proceso de cambio y sus varias etapas se deben preservar. Los grados de flexibilidad o libertad que los mecanismos del proceso aceptarán no son ilimitados. Si lo fueran, tendrían lugar el estancamiento o resultados demasiado laboriosos y costosos. Las tácticas no deben suplantar la estrategia o la filosofía generales para evitar la adulteración o la frustración de toda la empresa y su razón de ser. Debe impedirse que la utilidad tenga como resultado sincronizar intentos entre sistemas de valor o políticos opuestos.
No existen fórmulas mágicas en este campo. Las sociedades son demasiado complejas y los subsistemas sociales son demasiado interdependientes para tener en cuenta políticas unidimensionales, dirigidas a objetivos únicos, bajo la suposición de que no ocurrirán efectos externos que emanen de ello. Además, los acontecimientos fortuitos derivados de causas externas van a confundir incluso los proyectos más cuidadosamente planeados.
La sabiduría no tiene sustituto; ni tampoco el sentido común y el conocimiento detallado de las condiciones iniciales que subsisten en una sociedad y de los caminos más probables para provocar los cambios deseados.
La exitosa hechura de la política es un componente de mucho arte y poca ciencia. Aunque la flexibilidad es importante, centrar la atención sobre los criterios adoptados es indispensable para determinar el progreso o el final de la transición. También necesitamos estar conscientes de las varias rutas estratégicas y tácticas disponibles para alcanzar nuestra estación terminal, junto a los costos y beneficios que implica atravesar cada uno de los caminos disponibles.
El caso cubano
El caso cubano es peculiar y encierra grandes desventajas y obstáculos, así como muy favorables elementos, en las etapas iniciales de la transición. Dado el indiscutido hecho del destacado éxito de la práctica cubana de desarrollo, que se llevó a cabo duante la era pre-Castro en el período 1940-1958, la estrategia recomendada en este sentido se ajusta en principio a su espíritu y propósitos:
- . un resurgente espíritu nacionalista,
- diversificación económica,
- acrecentados esfuerzos para la modernización de la economía y la política,
- creciente tecnicalización en las esferas productiva y administrativa,
- un acelerado movimiento hacia la integración social,
- programas legislativos socialmente progresivos,
- un orden institucional orientado hacia la creación de una sociedad más humana y muy unida, que tenga un control mayor sobre su propio destino,
- un modo más activo del manejo político,
- la organización del movimiento laboral y
- una vigorosa actividad empresarial.
Estos elementos en una manera de trabajo conjunto constituyeron algunas de las más sobresalientes características del período que terminó en Cuba en el cierre de los años cincuenta. La esencia ideológica de la época no consistía simplemente en acelerar la tasa de crecimiento económico; por el contrario, aspiraba a estar ocupada en la construcción de la nación y un tipo de esfuerzo de reconstrucción social en el espíritu revolucionario de “La Generación del Treinta”. Las instituciones creadas y la legislación promulgada durante ese período demandaban una clase de contrato social entre las clases de la sociedad y los grupos funcionales.
El futuro no puede y no debería buscar imitar el pasado mecánicamente. El programa que sea más factible y deseable en un caso de desarrollo detenido en un país semimodernizado, como el de Cuba en tiempos de la Revolución, consiste en una reinterpretación creativa de las instituciones, la esencia cultural y el carácter nacional del pueblo, de tal forma que esto último pueda desarrollarse libre pero consistentemente con sus códigos de valores y sin la pérdida de la esencia de su propia identidad. Algo más se arriesgaría al embarcarse en un programa costoso, laborioso y probablemente inexitoso.
En el presente, Cuba es una nación pequeña con una torcida economía abierta, aún marcada por altos niveles de concentración sectorial. No obstante, tiene un gran potencial para el progreso socioeconómico, hecho posible gracias a personas vivaces y bien educadas que son independientes, inteligentes y despiertas. Está ubicada en una isla estratégicamente situada, con un abundante y productivo ambiente natural. Enfrentados a una situación desastrosa, los cubanos dentro de poco estarán a la búsqueda de un sistema de mercado social que se avenga a su historia particular, características culturales y posibilidades económicas. Ese sistema debería ser capaz de mantener un balance dinámico en la esfera macroeconómica, a fin de pasar por alto de foma segura el obstáculo de un panorama competitivo internacional en constante cambio mientras promueve el sólido y balanceado desarrollo interno de la economía en un clima de justicia social, eficiencia económica y racionalidad. El difícil arte de fomentar y canalizar la actividad individual y privada en una atmósfera de libertad constructiva, al tiempo que se evitan los extremos de la intervención excesiva y laissez faire caótico, es el reto formulado por la tarea de crear un nuevo orden político, social y económico en Cuba en el comienzo del siglo veintiuno.
La estrategia
Con eso en mente, pasemos a detallar algunas de las principales premisas y principios que sirven como una base y un marco para las recomendaciones. Estas emanan tanto de un tipo de estrategia de crecimiento gradualista y balanceado para la reconstrucción y el desarrollo (ver apéndice) como del modus operandi particular del proceso de descolectivización con que se encontrará la sociedad cubana.
De extraordinaria importancia es la necesidad de una adecuada coordinación en tiempo y secuencia apropiada de los medios del macro y micro cambio estructural (las organizaciones e instituciones), con las medidas de liberalización, austeridad y estabilización que sean adoptadas –tales como políticas monetarias y fiscales en general y también aquéllas específicamente relacionadas con los precios y los subsidios– con políticas de reajuste. Estas estarían encaminadas a aumentar la eficiencia de la competitividad de mercado y podría incluir un comercio más libre, simplificación del tipo de cambio, reforma corporativa de gobierno y conducta de maximizar las ganancias, movilidad del mercado laboral, sistema bancario económicamente racional y cosas por el estilo. Al final de la etapa de reconstrucción de la economía, los cambios básicos estructurales y las políticas de liberalización, estabilización y reajuste estarán totalmente coordinadas y armonizadas unas con otras. Sería prácticamente imposible tratar de orquestar logros instantáneos de todos los tipos de cambios –considere el peligro y costos probados de las difíciles y demasiado ambiciosas soluciones contenidas en el modelo conocido como el enfoque big bang para la transición.
No optar por la solución de una transformación intermedia y total de una economía socialista a una de mercado (Big Bang), no significa que la forma alternativa, de excesivo gradualismo, esté exenta de sus propios peligros. El cambio carente de coherencia y balance, lento y tímido, no constituye una opción factible. El gradualismo no debe ser confundido con la inercia ni con la búsqueda de soluciones intermedias, que no lo sean realmente. Una condición ineludible de una sólida estrategia gradualista es efectuar transformaciones estructurales, de acuerdo con un proyecto preconcebido que esboce claramente el camino hacia una economía de mercado social que remplace el modelo socialista.
Los sistemas colectivistas y, en general, sistemas muy planificados, engendran inevitablemente un aparato técnico-burocrático de enormes proporciones y están usualmente dotados con baja productividad y baja eficiencia. Lo opuesto tiende a ser el caso en las avanzadas economías de mercado. La transformación y adaptación del mecanismo técnico-burocrático en ir del primero al segundo modelo debe tener lugar gradualmente, junto con el progreso del proceso real de reconstrucción y desarrollo socioeconómicos. Cuando la economía de mercado social comience a brotar y se expanda a todo lo largo de la extensión económica de la nación, el aparato estatal se modificará gradualmente en una forma paralela. En cualquier caso, los requisitos del proceso de desarrollo socioeconómico, la necesidad de orientación y participación pública y la coordinación entre el estado y las actividades privadas, dictan la presencia permanente de equipos profesionales y técnicos para diseñar e implementar marcos y contextos de políticas y controles regulativos de la economía, los cuales serán en sí mismos de una naturaleza indirecta principalmente. Estos equipos técnicos y profesionales también deben ayudar con programas de cooperación y asistencia, los cuales son indispensables en planificar una dirección general para la economía a seguir y también el logro del balance macroeconómico, así como en minimizar los costosos riesgos y errores colectivos, que, en el caso de las economías pequeñas, implican consecuencias desastrosas para el bienestar social de la población.
Los procesos de reconstrucción y desarrollo sin duda alguna también estarán profundamente condicionados por la disponibilidad de las finanzas externas. En el caso de Cuba, las instituciones internacionales y los mercados de capital así como los gobiernos, bancos e inversionistas privados, facilitarán en gran medida los medios, que representarán relativamente modestas sumas para los actuales estándares financieros mundiales.
Otro elemento vital es la formación de áreas de integración económica, tales como uniones aduaneras, áreas de libre comercio y mercados comunes, que actualmente se gestan en varias áreas geográficas. Estas indican la dirección hacia la cual se estarán moviendo el mundo y la economía internacional, por lo menos en los próximos 20 ó 30 años. Cuba necesariamente debe acomodar su futuro económico a ese acontecimiento trascendental. Semejantes mega cambios condicionarán profundamente sus políticas con respecto al mercado libre, la inversión extranjera directa y la asignación de recursos para sectores clave y actividades económicas e industriales. Esto conferirá un carácter más cosmopolita y abierto a la sociedad y a la economía cubanas. A su vez, estos movimientos de aglomeración económica probablemente harán negociaciones económicas y correspondientes tratados bilaterales entre Cuba y otros países más difíciles de alcanzar y tenderán a condicionarlos más enérgicamente.
La experiencia económica de sistemas, tanto colectivistas como individualistas, ha demostrado conclusivamente que los únicos alicientes capaces de sostener el esfuerzo productivo de un pueblo son los incentivos materiales. El caso de Cuba es uno de los más elocuentes ejemplos de esta aseveración. Sin embargo, dada la extrema pobreza de Cuba, será necesario demostrar la realidad de una inmediata mejora económica, a fin de ganar compromiso para un programa de reconstrucción y desarrollo. Obviamente, esto requerirá la disponibilidad de los correspondientes recursos financieros externos. Los recursos totales necesarios para esa “demostración de efecto” –junto con la ayuda de emergencia que provocarán el extremo deterioro económico del país y la dislocación inicial de la inauguración de un nuevo sistema– ascenderían a quizá entre 5,000 y 10,000 millones de dólares. Aunque es una cifra relativamente grande en términos absolutos, sería completamente factible de negociar y obtener esta suma en mercados financieros internacionales o de otras fuentes alternativas, tales como la ayuda internacional oficial y los fondos de las organizaciones no gubernamentales de diferentes naciones.
Se necesitan adecuados recursos humanos para obtener estos fines. La fuerza de trabajo cubana posee el conocimiento básico y la formación necesaria para las tareas profesionales, técnicas, administrativas y operacionales que requiere una economía subdesarrollada. El talón de Aquiles en esta área estaría representado por (a) inapropiadas motivaciones y actitudes económicas y (b) la indisponibilidad de suficiente talento empresarial. En Cuba existe suficiente talento humano, al menos en crudo. La disponibilidad general de talento orientado hacia la economía sería una razonable suposición, a la luz de la experiencia de los mercados campesino y negro, el éxodo del Mariel, la rápida adaptación económica de esa población dentro de la economía norteamericana y las probadas habilidades del grupo de cubanos en el exilio.
Recomendaciones
Sobre la base de lo anterior, es posible sugerir las siguientes recomendaciones preliminares como una ilustración de ciertos objetivos que se deben adoptar y secuencias de movimientos a seguir en conceptualizar políticas adecuadas para la reconstrucción y el desarrollo.
Las políticas de diversificación agrícola y de un autoabastecimiento económico racional y parcial, deben gozar de la máxima prioridad en el doble programa de reconstrucción y descolectivización. Estas deben ser aplicadas tanto a la producción de bienes básicos para el consumo general, a las actividades primarias en general, como también a los negocios agrícolas y a la cría de ganado vacuno.
También se le debe dar prioridad a la industria ligera para la producción de bienes de consumo y a la manufactura intermedia en general. Aquí debemos incluir la reconstrucción y el desarrollo de la amplia base que ya existía en los años cincuenta en el campo de los bienes de consumo semiduraderos, así como también la gradual expansión de la producción de materias prima industriales –esto último en estrecha conexión con el crecimiento y las necesidades del complejo nacional agro-industrial. Nexos próximos hacia delante y hacia atrás entre los sectores y las actividades serán establecidos en el nivel inferior o cercano al mercado de la producción matriz, siguiendo la lógica de una estrategia de crecimiento de desarrollo balanceado.
Este programa sucintamente formulado daría óptimos resultados a lo largo de una gama de frentes y también alcanzaría varios objetivos relacionados: (a) serviría para restablecer la iniciativa privada y personal y el sistema de empresa libre relavitamente de prisa y sustancialmente en la sociedad; (b) contribuiría decisivamente, incluso a corto plazo, a la diversificación y estabilidad de la economía y a un alto grado de participación directa y autodeterminación con relación a la identidad social nacional y el adecuado margen de la política económica; y (c) sería de gran valor también en la promoción de la estabilidad financiera interna y externa del país. La estimulación de la actividad empresarial y el aumento acelerado en la producción de los muy necesarios bienes de consumo afectarían los dos primeros objetivos. Estos, a su vez, facilitarían el logro de un equilibro estable y asequible en los niveles de precios, un alto nivel de empleo y la continuada expansión del producto interno bruto (PIB). Un aumento interno en la producción de mercancías comercializables y un favorable o equilibrado balance comercial, fomentarían el tercer objetivo, la estabilidad financiera. Estimular el aumento de ahorros de divisas duras, con la consiguiente acumulación de reservas en moneda convertible, también sería un factor.
El programa esbozado facilitaría la gradual y ordenada transición de una economía colectivista y centralizada, a un saludable sistema de economía de mercado, mediante la expansión sistemática, de crecimiento natural y espontánea. El crecimiento de un sistema de economía de mercado bajo estas condiciones sería el resultado principalmente de vigorizar la iniciativa de agentes económicos personales y privados, quienes en el presente están siendo reprimidos por el sistema político. A su vez, el programa en cuestión constituiría el mejor vehículo y el más fácil, la ruta menos burocrática, para introducir razonablemente mercados libres para productos, servicios y aportes reales de todas clases. También serviría para crear, una vez que el proceso sea emprendido, mercados financieros (dinero y capital) y de crédito en general y, en una fecha posterior, las correspondientes instituciones para su funcionamiento.
Este acceso general representaría indudablemente el camino menos complicado, el cual estaría necesitando la menor intervención del gobierno a largo plazo y también el menos inquietante en relación con la matriz existente de la actividad económica. De este modo maximizaría el crecimiento orgánico de los mercados y el correspondiente desarrollo del orden económico institucional.
La estrategia y el paquete de política descritos estimularían el proceso de evolución estructural hacia un tipo de economía empresarial e individual orientada hacia el mercado. Al mismo tiempo, haría posible la escalonada introducción de políticas de sensible estabilización, tales como la retirada o cancelación de los existentes subsidios para las actividades de producción y consumo y la concomitante limitación sobre aumentos de salario. Después de un período inicial de reajuste, se hacen innecesarias otras medidas impopulares, como la congelación de los ahorros y el drástico aumento en varios impuestos y contribuciones y muchas otras restricciones que, de otro modo, distorsionarían el modelo de oferta y demanda para el consumidor interno y la inversión de bienes, así como también la demanda de productos importados.
La solución que estamos esbozando evita inesperadas rupturas o discontinuidades en el proceso económico, con su consecuente período posterior deflacinoario en términos de producción y empleo reducidos. También impide los forzados reveses políticos que se producen inevitablemente tras su estela y conducen a errores y contradicciones en la toma de decisiones económicas y sociales, como los que frecuentemente tuvieron lugar en Europa del Este. Seguramente debemos aprender de ellos a fin de impedir la repetición de sus errores. Por último, el camino propuesto es el que más fácilmente se adapta a la situación cubana, al nivel de subdesarrollo y catastrófico empobrecimiento del país; su minúsculo mercado, limitados recursos productivos y tierras cultivables disponibles; una población relativamente pequeña; el clima; la topografía; redes insuficientes y dilapidadas de infraestructura energética, transporte, comunicaciones y distribución; y muchos otros factores económicos y sociopsicológicos (desconsideración de la ley y alienación) que se tienen que tener en cuenta para conceptualizar el enfoque estratégico correcto u óptimo para la desocialización y el desarrollo.
Como la nueva realidad social y económica emerge gradualmente, nuevas estructuras básicas comenzarán a tomar forma. Se concretizarán organizaciones e instituciones, incentivos, motivaciones y formas de conducta. Algunas de éstas son esenciales, mientras otras apoyan la conformación de una moderna economía de mercado que demostrará ser compatible con las características históricas y culturales y aspiraciones de la nación cubana y su pueblo.
Este proceso gradualístico, balanceado y orgánico es probablemente el único que puede resolver las antinomias y contradicciones que un cambio radical en el sistema socioeconómico presentaría a los responsables de establecer la política. Además, este paradigma minimiza el inevitable riesgo económico asociado con la profunda transformación de la producción matriz que debe tener lugar en Cuba. También mitigará los efectos adversos de las fluctuaciones erráticas, como es el caso con el precio de las mercancías comerciables en los mercados mundiales, a causa de su énfasis sobre la diversificación y la producción preferencial de bienes de consumo finales. Lo que es más, una estrategia de bajo nivel y balanceada cuenta con la aplicación moderada de los principios de ventajas comparativas y la exploración de sus posibilidades dinámicas y desplegadas.
Finalmente, y lo más importante, el modelo bajo consideración exige y favorece fuertemente la rápida privatización de los existentes bienes productivos y la acelerada creación de nuevos bienes para el uso de productores directos, mayormente pequeños y medianos empresarios y hombres de negocios internos. Este curso, a su vez, se ajusta a los requisitos recurrentes y que abarcan la construcción y modernización de una nación en Cuba bajo el patrocinio de una recién formada sociedad civil, a través de la acción de sus nacientes sectores medios y su rol en la sociedad.
La solución del aparentemente insoluble rompecabezas reside en el crecimiento y expansión de las redes estructurales y funcionales que constituyen el sustrato material de una economía de mercado social.
Para reiterar, si procedemos de acuerdo con las normas de un sistema económico natural, las soluciones saldrán a la superficie después de un período relativamente corto.
Entre éstas están el establecimiento de sistemas de precio cuasi-racionales; la determinación de una tasa (o, quizá provisionalmente múltiples tasas) de cambio de divisas, la cual finalmente correspondería a la paridad del poder de adquisición de monedas nacionales y extranjeras y flexibilizaría adaptarse a las intermedias fluctuaciones económicas que se deriven de las causas internas y externas; la emergencia de un patrón en el entretejido de los negocios particulares, proyectos, actividades, industrias y sectores y en la asignación de recursos en el proceso de implementación de estrategias de inversión; la creación de sistemas financieros, bancarios y de crédito en general; y respuestas para incluso otros problemas y asuntos, los cuales, debido a su carácter circular, parecerían frustrar cualquier intento para una solución simultánea.
Las estrategias señaladas más arriba no excluyen, y en lugar de ello son complementadas por, la promoción y estimulación de ciertos proyectos clave para el mantenimiento y desarrollo económico en áreas donde Cuba goza de una clara ventaja económica comparativa, ya sea actualmente o potencialmente. Estos proyectos pueden contribuir a la estabilidad y aceleración del crecimiento económico de la nación, suministrando un sustancial ingreso en moneda convertible. Entre estos están la industria azucarera, el turismo, la pesca, la refinación de petróleo, la biotecnología y, en menor grado, la minería. Otros productos para exportar, como las bebidas alcohólicas y el ron, el tabaco, las frutas cítricas y otras frutas y vegetales menores, fueron incluidas en las consideraciones anteriores bajo el sector agrícola, pero también deben recibir atención especial en la concepción de una estrategia de desarrollo, a causa de su presente o futura importancia en al área del comercio extranjero. Ellos pueden contribuir mucho durante la fase de reconstrucción y, a largo plazo, al desarrollo y la expansión general de la economía nacional.
El futuro económico y el bienestar de Cuba y del pueblo cubano no hacen que los proyectos de desarrollo especial sean importantes, sino imperativos. Por lo tanto, la creación de actividades específicas de desarrollo se deben facilitar en cada vía posible sin retraso. Las mecánicas de la descolectivización y la desocialización de los proyectos y actividades recién mencionadas –las cuales constituyen, por virtud de su magnitud, industrias enteras e incluso sectores económicos enteros– deben funcionar, en efecto, como centros relativamente autónomos que inicialmente no estarán totalmente integrados a una estrategia general de inversiones y reconstrucción. La interrupción de su normal funcionamiento pondría en peligro su viabilidad económica, marginal como es en la mayoría de los casos. El ritmo y modo de expansión de los proyectos de desarrollo; sus vínculos y conexiones con otros sectores, industrias y actividades; la necesidad de recursos y, por extensión, sus sistemas de contabilidad de precios; tecnologías relacionadas; y el uso de factores económicos, no estarán gobernados al principio por la disciplina y las normas de un iniciado sistema de mercado social general. Si ese fuera el caso, muchas de las actividades especiales demostrarían ser antieconómicas en naturaleza, quizá en algunos ejemplos incluso produciendo un valor agregado negativo. Por supuesto, el mercado se expandirá constantemente en una manera moderada y consistente hasta que finalmente venga a ocupar la extensión total de la economía nacional, absorbiendo los inicialmente autónomos proyectos de desarrollo clave.
¿Cómo se puede resolver este aparente conflicto entre las necesidades y mecánicas individuales del proceso de desarrollo y las políticas de desocialización y reconstrucción de la economía nacional?
La única fórmula para la reconciliación de los dos procesos y conjuntos de políticas es una gradual integración de los proyectos inicialmente autónomos, las industrias y los sectores de desarrollo especial en el organismo general de la economía de mercado social. Esto debe hacerse sensatamente, mediante un proceso de planteamientos sucesivos, en vez de tratar de forzar el ritmo y buscando el derrumbe de una economía en bancarrota y tambaleante.
Asuntos pendientes durante la transición
No consideramos en este esbozo preliminar el impacto total y las implicaciones de una serie completa de diversas decisiones políticas y económicas y su efecto sobre los procesos de reconstrucción y desarrollo. Las soluciones a algunos de estos temas se harán patentes una vez que estos procesos comiencen a revelarse. Otras cuestiones requerirán explícito tratamiento político para su solución, quizá en algunos casos a través de un mecanismo que implique la consulta popular. Citemos brevemente los siguientes puntos como ejemplos de las clases de asuntos en necesidad de resolución:
- El papel de los recursos extranjeros en la reconstrucción y desarrollo de la economía nacional.
- Préstamos Públicos
- De las instituciones internacionales
- De los gobiernos extranjeros
- Préstamos Públicos
- De las instituciones privadas
- para uso público
- para uso privado
- condiciones de pago
- Préstamos Privados (suministro de capital extranjero a compañías privadas sin participación extranjera en la propiedad)
- Límites impuestos para estos préstamos sobre la autonomía empresarial nacional
- Condiciones de pago
- Inversiones directas o indirectas: condiciones de aceptación
- por tipos de industrias o actividades
- por cantidad de inversiones
- por la magnitud y los medios de la participación extranjera en la propiedad de compañías nacionales
- con respecto a la conversión y repatriación de ganancias
- con respecto a la transferencia de tecnología Condiciones y restricciones sobre:
- Política laboral y preparación del personal nativo
- Participación administrativa por nacionales
- Manipulación de los costos y precios en detrimento de la economía nacional, especialmente en el caso de algunas prácticas por firmas internacionales
- Políticas de producción confabuladas, especialmente de parte de algunas firmas multinacionales y transnacionales
- Contratación de préstamos extranjeros y sus condiciones por las firmas
- Política tributaria (a menudo condicionada por tratados fiscales internacionales) y otras contribuciones
- Métodos económicos y de contabilidad para ser usados en la evaluación de bienes productivos y el tipo de cambio de moneda a ser aplicado en el cálculo de la evaluación
- Tratados y acuerdos comerciales:
- Negociados con instituciones internacionales. Por ejemplo, con la Organización Mundial de Comercio (OMC) u otros acuerdos con grupos y bloques de naciones (áreas de libre comercio, uniones aduaneras, grupos o bloques de productores y/o consumidores de ciertos productos, mercados comunes y otros convenios).
- Negociados bilateralmente, tanto si los instrumentos y protocolos son de una naturaleza general o relacionados con productos específicos
- Tratados fiscales internacionales
- Recepción de ayuda económica y tecnológica de países extranjeros
- Acuerdos con instituciones internacionales tales como el FMI y el Banco Mundial, los cuales comprometen al estado a adoptar ciertos programas económicos y políticos como un complemento para el suministro de ayuda o asistencia financiera de parte de esos organismos
- La devolución de las propiedades confiscadas a sus antiguos dueños o de alguna forma de indemnización equivalente
Uno puede concluir de lo anterior que, tanto el proceso de descolectivización y desocialización, como las estrategias para la reconstrucción y el desarrollo estarán profundamente impactados por los seis puntos anteriores, aunque cada uno de ellos ejercerá presión desigualmente sobre los sectores individuales, las industrias, las actividades y los proyectos particulares y sobre sus múltiples operaciones. Estas operaciones pueden estar relacionadas con el volumen de producción o de exportación, inversiones y precios, créditos y préstamos, obligaciones fiscales y otras medidas tributarias, controles de calidad y datos técnicos de producción, políticas para ventas y penetración de mercados, la adopción de prácticas competitivas aceptables y otros asuntos innumerables. En una manera general que los proyectos, las actividades industriales o especiales, particularmente en sus proyecciones internacionales, puedan ser sustancialmente afectados por el enfoque detallado de los responsables de establecer la política sobre el conjunto anterior de condiciones.
Las consideraciones precedentes refuerzan la conclusión de que cada proceso de desocialización no solamente es único, sino, además, estos procesos no pueden ser precisamente planificados o minuciosamente anticipados. Dada la gran cantidad de cambios individuales que están teniendo lugar, la naturaleza de las relaciones entre ellos y la regularidad y lo oportuno de esas interacciones, los responsables de establecer la política estarán inevitablemente forzados a ejercer su juicio en dirigir el curso entre los valores antitéticos y las preferencias. Obviamente, todas estas limitaciones e intimaciones paramétricas no restan importancia a la validez de la dirección general y los objetivos del proceso de descolectivización. Ellas sólo sirven para prevenirnos acerca de los muchos peligros y obstáculos que yacen en el camino hacia el final definitivo.
La aplicación final para el caso cubano de todos los factores mencionados, en muchos aspectos será más fácil que en el caso de otras sociedades socialistas, mientras promete ser más arduo en otras áreas. La magnitud del desajuste provocado por la revolución entre sus postulados políticos originalmente y el modelo socioeconómico para la nación, así como sus muy inoportunas estrategias de desarrollo e inversiones de un lado, y las actuales necesidades y capacidades objetivas de la sociedad y los deseos y expectativas del pueblo, del otro, es tan abismal que habrá mucha mejora y alivio mediante la simple cesasión del régimen que está ahora en el poder. La condición socioeconómica de Cuba estará en posición de comenzar a mejorar sólo si el yugo de su actual sistema político y social es levantado. Es esencial darse cuenta de que ésta es una condición necesaria, si la adopción de políticas y medidas sistemáticas que cambiaría la sociedad va a tener lugar en todo caso.
Los beneficios de las desesperadamente necesitadas competitividad, eficiencia y productividad; la explotación de la ventaja de la dinámica económica comparativa; la introducción de tecnologías adecuadas y la recapitalización de la maquinaria de producción; la reconstrucción de los ventajosos lazos mercantiles; la introducción de un sistema de incentivo racional y métodos directivos efectivos; la reparación de los desequilibrios estructurales y el desequilibrio sectorial; e incluso muchas otras mejoras fundamentales, serán posible sólo mediante la finalización del actual orden institucional del régimen.
Las ventajas de Cuba en el proceso de transición
Paradójicamente, en algunos aspectos Cuba está en una mejor posición para mostrar un rápido y sostenido avance que quizá todos los países de Europa del Este, con la posible excepción de la antigua Alemania del Este. Las distorsiones impuestas por el sistema socialista han sido más grandes en Cuba que en cualquier otro lugar. También, el inexorable intento de hacer una nueva versión del pasado cultural de la nación a fin de reformarlo a las especificaciones de régimen, puede terminar facilitando un retorno a los aspectos fundamentales del pasado. Como muestran las experiencias de Europa del Este, una vez que sean discontinuadas las políticas represivas, esas sociedades que estén reaccionando en una forma como de reflejos, van en busca de sus raíces y procuran establecer continuidad y coherencia con sus antecedentes tradicionales e históricos. Al final, como han demostrado las experiencias históricas, las culturas no son tan maleables como los regímenes totalitarios quisieran que fueran.
Cuba es una sociedad que fue esencialmente occidentalizada hace mucho y que está ubicada en el cruce entre los dos hemisferios de las Américas. El camino de Cuba hacia la modernización en el pasado, como seguramente será el caso de nuevo en el futuro, es exactamente dentro de la tradición del mundo Occidental. Estas son consecuencias directas que se derivan de esa condición, la cual es relevante para el futuro modelo político-ideológico y socioeconómico para la desocialización y el desarrollo y sus estrategias y políticas concomitantes. Entre otras cosas, estos elementos contribuirán fuertemente a la aparición de un tipo de economía de mercado individualmente orientado y de gestión empresarial, si bien funcionando dentro del marco socialmente sensible y el tipo de contrato social que caracterizan el período prerrevolucionario. Las implicaciones de la propiedad privada y la iniciativa personal en Cuba son obvias y múltiples. Las ramificaciones fluctúan de un modo de privatización rápido y efectivo, el cual claramente transferiría el control y la responsabilidad de la toma de decisión económica a los productores, a una legislación laboral y social compatible con una población politizada y un organizado movimiento laboral. Esperemos que las necesarias y pluralísticas estructuras políticas requeridas por la lógica interna de estos arreglos socioeconámicos, se cumplan.
Las desventajas de Cuba en el proceso de transición
En medio de nuestras esperanzas para una exitosa institucionalización de la transición en Cuba, no se debe olvidar que hay peculiaridades para el caso cubano, que condicionan adversamente a nivel macroecómico el intento de reorientar la economía y la socieded hacia el mercado. Entre otros efectos, estas características dificultan los esfuerzos para restablecer relaciones ventajosas económicas y financieras en el área internacional. En el presente, Cuba incluso no se ajusta al molde de una economía europea hacia atrás, con todas sus desventajas concomitantes. La desprotección, extrema pobreza, estructura subdesarrollada de producción, endeudamiento extranjero y la necesidad de requisitos financieros de corto y largo plazos, todo ello presenta un surtido de dificultades cuyas soluciones residen más en el ámbito de la toma de decisiones políticas y la economía política que en las economías técnicas. En esencia, Cuba necesita negociar la concesión de relaciones comerciales y financieras favorables mientras compra tiempo para abordar al temario fundamental de introducir cambios básicos internos funcionales y estructurales.
El futuro: De regreso al espíritu del pasado.
El futuro programa de acción requerirá las habilidades de los estadistas mucho más que las de los técnicos. En realidad, no hay secretos herméticos o arcanos que descrubrir, ni fórmula mágica que diseñar para la transición a la libertad política y económica. Cuba, dentro de poco, se detendrá a pensar en un período, a saber, el posterior a la Segunda Guerra Mundial. El período 1945-1958 tiene que ser revisitado y escudriñado con gran cuidado, a fin de resumir las tendencias socioeconómicas e intelectuales, que se extienden hacia atrás a la inconclusa revolución de los años treinta, infundiendo significado y continuidad a la política pública de Cuba, a pesar de los trastornos profundos que perturban la vida política de la nación. El largo período delirante de la revolución de Castro aparecerá en la perspectiva histórica como un costoso y doloroso desvío, pero no el que desconcertó a Cuba de su curso permanentemente.
Está claro que la única vía de retorno para Cuba es un cambio sistemático total. El existente laberinto de valores organizaciones, instituciones, funciones y normas irracionales, debe ser desmontado, a fin de lograr espacio para una nueva nación y sociedad.
Después de más de cuatro décadas de incalificable despotismo, de “soluciones” poco entusiastas, “cambios” o “reformas”, cuyos puntos finales son desconocidos y cuyas perspectivas son inciertas y problemáticas, el pueblo cubano merece algo mejor.
Probablemente el ideal inalcanzable a perseguir por el programa de transición, sería armonizar la política y la economía óptimamente, a fin de crear un sistema politicoeconómico máximamente estable y eficiente, dotado con rápido crecimiento, que también compartiría sus beneficios equitativamente entre todos los cubanos. Esta visión requeriría unir nuestra posición intelectual en las áreas filosóficas, sociales e ideológicas con decisiones de una naturaleza política, e incluso con aquellas otras que son estrictamente técnicas y económicas en su naturaleza. Además, esa simetría tendría que ser mantenida por un equilibrio que fuera al mismo tiempo tanto dinámico como estable. Esa idea teórica, por supuesto, claramente sería utópica e irrealizable. La ingeniería social es un tema inexistente. Todos los sistemas materiales –ya sean orgánicos, mecánicos o sociales– están sujetos a cambios y entropía. No obstante, Cuba debe luchar por la creación de una sociedad que respete completamente a todos los individuos, su dignidad y sus derechos: una sociedad, libre, socialmente sólida, participativa y progresiva. No existe mejor vía para la satisfacción de las frustradas esperanzas del pueblo cubano en el último medio siglo y para influir en la transición del totalitarismo a la libertad política y económica.
Apéndice A: El Crecimiento Balanceado, la Planificación y la Economía – Algunas Consideraciones Generales
Es casi imposible definir de un modo general el grado óptimo econónicamente de la intervención y la planificación estatal para varias situaciones socioeconómicas. Sin embargo, los gobiernos normalmente tienen una orientación sobre los tipos de estrategias y patrones de desarrollo que una sociedad selecciona y sobre las políticas de crecimiento económico a corto y largo plazo. Sin embargo, los problemas de la acción gubernamental y las resultantes políticas y organizaciones económicas que funcionan en la sociedad, están inexorablemente conectados. Además, las múltiples interdependencias entre los factores económicos y las prevalecientes estructuras políticas deben ser cuidadosamente destacados. No sólo por la antigua necesidad para su implementación, un vehículo apropiado en cuanto a lo último, sino también los factores puramente políticos pueden, y a menudo es así, actuar como una variable independiente en desarrollar los medios e instituciones de la economía.
En el caso de Cuba, parece claro que las preconcepciones y preferencias políticas e ideológicas dictaron la selección de los modelos y tácticas de desarrollo durante el período revolucionario y predeterminaron el actual curso de la economía. Al tiempo que en la era pre-Castro, una estrategia de desarrolllo de crecimiento balanceado fue seguida en la práctica desde 1927 hasta 1940 y de allí en adelante hasta 1958, después de 1959, el gobierno revolucionario acentuó profundamente el crecimiento desequilibrado hasta el advenimiento de los planes quinquenales tipo soviéticos en los años setenta, si bien bajo el mando directo de un caudillo al modo estalinista.
En sus antecedentes lógicos, el crecimiento equilibrado es un derivado de las elaboraciones teóricas de Walras-Marshall-Young en los campos del equilibrio económico general y parcial. Por contraste, el enfoque de desequilibrio depende de la noción de que las sucesiones de inversiones individualizadas no apuntan a la creación ni de una integración y balance horizontal en su conjunto (orientados hacia el mercado), ni vertical (orientados hacia la producción) entre los sectores y las actividades.1 Más restringidos en su alcance son los conceptos de inversiones de gran empujón y mínimo esfuerzo decisivo. En esencia, son nociones subsidiarias del crecimiento equilibrado, aunque lo último también es aplicable al cálculo de la capacidad de autosostén de una estrategia de desarrollo desequilibrado. Su uso se relaciona con el quantum de recursos de inversión que debe ser utilizado durante el tiempo de un esfuerzo dado (gran empujón) y con las necesidades mínimas de despegue en un crecimiento automático (mínimo esfuerzo decisivo).2
Las estrategias de equilibrio y desequilibrio o secuenciales exhiben profundas diferencias operacionales cuando a las variantes seleccionadas se les permite exponer las características extremas de sus respectivas modalidades. Esto es obvio en un caso polar de crecimiento desequilibrado, en el cual series remotas, principalmente en las altas etapas de producción, son elegidas para propósitos inversionistas. En tal caso, la finalización de las secuencias implica una serie de proyectos que exhiben coeficientes de bajo nexo y pequeño balance con el resto de la economía, tendiendo a crear enclaves y bloques de inversión o desarrollo aislados.3 Con el tiempo, si el gobierno apoya que el desequilibrio crezca más allá de un cierto punto, incluso en las economías de mercado, las políticas se convertirán hacia el dirigismo y las instituciones políticas ganarán concomitantemente en autoritatismo.4
Sin embargo, es posible que ese desarrollo desequilibrado pueda contribuir a un crecimiento relativamente más rápido en los sectores clave o básicos de la economía, debido a la mayor concentración de recursos de inversión, en preferencia al más disperso acceso de la estrategia de equilibrio.5 A la inversa, ninguna evidencia indica que el crecimiento equilibrado sería más lento a la larga.6 Totalmente lo opuesto parecería ser el caso en la actualidad.
El crecimiento equilibrado está dotado, tanto en teoría como en su práctica histórica, con mayor eficiencia dinámica que su opuesto.7 Posibilita para ambos un uso de los recursos económicos más valioso económicamente y más eficiente que lo que la planificación central u otras formas directas de intervención en la economía son capaces de hacer. La causa del crecimiento mediante el proceso de innovación del empresario schumpeteriano, es más dinámicamente eficiente, desliza unos pocos errores y genera menos despilfarro a largo plazo y durante la mayor parte de las situaciones de corto plazo, que los planificadores centrales y otros defensores del dirigismo. El desempeño económico de esto último, en cuanto descartado por los pesados costos económicos sociales y reales que lo acompañan, no puede competir con el récord secular de las viejas economías de mercado. Incluso los países del Tercer Mundo de hoy dan fe del lamentable récord de estos experimentos sociales desafortunados. Cuba y una multitud de países latinoamericanos, africanos y asiáticos menos desarrollados durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, son ejemplos evidentes de las locuras de los planificadores tras un liderazgo político gubernamental popular, en la búsqueda del crecimiento desequilibrado.
Si los prerrequisitos para una economía de mercado no existieran, en casos extremos de subdesarrollo y ante la ausencia de instituciones adecuadas, podría hacerse necesaria una política de “planificación no para el plan final”. La alusión de W. A. Lewis a situaciones donde el jefe conoce mejor, e incluso la declaración de F. Hayek de que “donde sea imposible crear las condiciones necesarias para hacer eficaz la competencia, debemos recurrir a otros métodos que guíen la actividad económica”8, están de acuerdo con esta evaluación. Por lo tanto, puede ser necesario en Cuba, durante las primeras etapas de la transición, guiar el proceso en una forma de gran liderazgo, como en el caso de los “Dragones Asiáticos” en los años setenta y ochenta, a fin de crear el marco social y ayudar a colocar los cimientos de una producción matriz que contaría con el funcionamiento de un eficiente mecanismo de mercado.
Ejercer la libertad y la participación requiere práctica.9 La práctica implica errores y equivocaciones, es decir, derroche. Sin embargo, bien puede ser el caso de que una estrategia gradual y balanceada, implementada en colaboración con los sectores público y privado, sería el método menos derrochador a largo plazo. La sabiduría de planificación gubernamental de largo plazo no es mejor, sino algo infinitamente peor que la sabiduría empresarial general de largo plazo y su más eficiente sistema de información y toma de decisiones.10
Un enfoque sensiblemente desequilibrado es una segunda política sustancialmente inferior, que no se debe adoptar como estrategia rectora para un proceso de transición de desarrollo. Además, para aquellos planificadores que caigan bajo el obsesivo espejismo de ampliar el sector de los bienes capitales a una velocidad vertiginosa, se crea falsamente una ilusión fascinante de crecimiento acelerado y de una acelerada superabundancia próxima de bienes de consumo. Los acontecimientos en la antigua Unión Soviética y sus similares en Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial han hecho explotar el mito del acceso del gran empujón planificado centralmente y desequilibrado.11
Todo esto es especialmente aplicable a Cuba. Históricamente hablando, el país siguió una estrategia de crecimiento gradual y balanceado durante el siglo dieciocho, el cual fue remplazado por una creciente inclinación hacia el monocultivo después de las primeras décadas del siglo diecinueve. Esta última tendencia fue revertida con fuerza creciente de la segunda década del siglo veinte a 1958. La revolución retrocedió la economía cubana a su antiguo estatus desequilibrado en la última parte del siglo veinte.
Notas
1 Sobre crecimiento balanceado, ver Gottfried Haberler y Robert Steran, editores, Equilibrium and Growth in the World Economy: Economic Essays by Ragnar Nurkse [Equilibrio y crecimiento en la economía mundial: Ensayos económicos de Ragnar Nurkse], Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1962. La presentación y defensa original de crecimiento desequilibrado aparece en Albert O. Hirschman, The Strategy of Economic Development [La estrategia del desarrollo económico], New Haven, Conn.: Yale University Press, 1959, los capítulos 3 y 4 son los más relevantes. Ver también Paul Streeten,”Balanced and Umbalanced Growth [Crecimiento equilibrado y desequilibrado], Economic Integration: Aspects and Problems [La integración económica: Aspectos y problemas], Leyden, : A. W. Sythoff, 1964, capítulos 6 y 7. En Gerald M. Meier, Leading Issues in Development Economics [Cuestiones principales en las economías de desarrollo], New York: Oxford University Press, 1964, ver selecciones de Nurkse, Hirschman, Streeten y Singer en Parte 5, Sección 2. También remitirse a Benjamin Higgins, Economic Development [Desarrollo económico], New York. W.W. Norton and Co., Inc., 1959, Parte 4, capítulo 15.
2 Ver P. N. Rosenstein-Rodan, “Notes on the Theory of the ‘Big Push’” [Apuntes sobre la teoría del “Gran Empujón”] y comentarios de Celso Furtado y Ragnar Nurkse en Economic Development for Latin America [Desarrollo económico para América Latina], Howard S. Ellis y Henry C. Wallach, editores, Londres: MacMillan and Co., Ltd., 1963, pp. 57 – 81. También, G. Meier, Leading Issues in Development Economics [Cuestiones principales en las economías de desarrollo], pp 431 – 440. Sobre la Tesis de Mínimo Esfuerzo Decisivo, remitirse a Harvey Leibenstein, Backwardness and Economic Growth [Retraso y crecimiento económico], New York: John Wiley and Sons, Inc., 1963, capítulo 8.
3 Sobre la naturaleza de la interdependencia en la producción, ver Hollis B. Chenery y Paul G. Clark, Interindustry Economics [Economías interindustrias], New York: John Wiley and Sons, Inc., 1959, capítulos 2 y 8. También el Prefacio de Wassily Leontioef y la Introducción de Tibor Barna y Hollis B. Chenery, “The Use of Inter-Industry Analysis in Development Programming” [El uso del análisis interindustrias en la programación del desarrollo], en Structures/Inter-Dependence and Economic Development [Estructuras/Interdependencia y desarrollo económico], Tibor Barna, editor, Londres: MacMillan and Co., Ltd., 1963.
4 Sobre el papel del estabo bajo varias estrategias de desarrollo y modelos de crecimiento, ver Edward Mason, Economic Planning in Underdeveloped Areas: Government and Business [La planificación económica en las regiones subdesarrolladas: El gobierno y los negocios], New York: Social Science Research Council, 1959, especialmente prologado por Simon Kuznets y Joseph J. Spengler, “The State and Economic Growth: Summary and Interpretation” [El Estado y el crecimiento económico: Sumario e interpretación], pp. 353 – 382. Dos estudios importantes en conexión con este tópico son los de Alexander Eckstein, “Individualism and the Role of the State in Economic Growth” [El individualismo y el papel del Estado en el crecimiento económico], en Development and Society [Desarrollo y sociedad], editores David Novack y Robert Lekachman, New York: St. Martin’s Press, 1964, pp. 442 – 429; y Alexander Gerschenkron, “Economic Backwardness in Historical Perspective” [El retraso económico en la perspectiva histórica] en su colección de ensayos del mismo título, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1966, pp. 5 – 30.
5 Es decir, suponiendo la misma cantidad inicial o reserva de recursos de inversiones con una tasa promedio igual de movimiento de mercancías para ellas. En realidad, si los desequilibrios fueran a ser demasiado destacados, es muy posible para una estrategia más balanceada, que acontezca una más rápida tasa promedio de crecimiento de largo plazo. Las medidas comparativas del desempeño del crecimiento y la estrategia económica de la Unión Soviética, con relación a los de los países occidentales es el procedimiento normalmente usado para ilustrar empíricamente el tópico a mano. Los siguientes trabajos son piezas seleccionadas que se pretenden sean referencias generales. Abram Bergson, Productivity in the Social System-The USSR and the West [La productividad en el sistema social-La URSS y Occidente], Cambridge: Harvard University Press, 1978, capítulos 9 y 10. En esta misma conexión, ver Abram Bergson
“Comparative Productivity and Efficiency in the Soviet Union and the United States” [Productividad y eficiencia comparativas en la Unión Soviética y en Estados Unidos] y Evsey Domar, “On the Measurement of Comparative Efficiency” [Sobre la medida de la eficiencia comparativa], en Comparison of Economic Systems [Comparación de los sistemas económicos], Alexander Eckstein, editor, Berkeley, Calif.: University of California Press, 1973, pp. 161 – 240. También remitirse a Robert W. Campbell, Soviet Economic Power [El poder económico soviético], Boston: Houghton Mifflin Co., 1966, capítulo 6; G. Warren Nutter, Growth of Industrial Production in the Soviet Union [El crecimiento de la producción industrial en la Unión Soviética], Princeton: Princeton University Press, 1962 y Alexander Gerschenkron, “Notes on the Rate of Industrial Growth in Soviet Russia” [Apuntes sobre la tasa de crecimiento industrial en la Rusia soviética] Economic Backwardness in Historical Perspective [El retraso económico en la perspectiva histórica], pp. 254 – 269. Estas publicaciones ofrecen datos comparativos de las investigaciones más conocidas en ese campo. Se incluyen cálculos alternativos de Bornstein, Hodgman, Jasny y otros. Por último, el artículo de Joseph Berliner, “The Economics of Overtaking and Surpassing” [Las economías de adelanto y sobrepaso] contiene un excelente apéndice sobre “The Approach to Balanced Growth” [El acceso al crecimiento balanceado] en Industrialization in Two Systems: Essyas in Honor of Alexander Gerschenkron [La industrialización en dos sistemas: Ensayos en honor de Alexander Gerschenkron], Henry Rosovsky, editor, New York: John Wiley and Sons Inc., 1966, pp. 159 – 185. La vista panorámica del apéndice de los movimientos en la reserva de capital de la Unión Soviética de 1933 a 1955 y su falta de sugerencia de “cualquier movimiento general hacia el crecimiento económico” (185), es extremadamente importante.
6 A fin de que eso sea posible, un gran empujón de proporciones monumentales tendría que ser responsable de la aparición simultánea del total de volúmenes de inversiones deseados en todos los sectores y actividades relevantes. Esta condición, por definición, no es sólo opuesta a nuestro entendimiento del término subdesarrollo, sino en su forma extrema, es obviamente irrealizable. Sobre este punto, ver la crítica de Gerald Meier de los argumentos de Tibor Scitovsky en Leading Issues in Development Economics [Cuestiones principales en las economías de desarrollo], pp. 256 – 257.
7 Sobre el tópico específico de la eficiencia estática contra la dinámica en los sistemas alternativos y su relación con otras variables socioeconómicas y políticas que influyen en ellos, ver Bela Balassa, The Hungarian Experience in Economic Planning [La experiencia húngara en la planificación económica], New Haven, Conn.: Yale University Press, 1959, pp. 5 – 24. También ver Alec Nove, “The Pace of Soviet Economic Development” [El ritmo del desarrollo económico soviético] en Readings on the Soviet Economy [Lecturas sobre la economía soviética], Franklyn Holzman, editor, Chicago: Rand McNally and Company, 1963, pp. 143 – 165. Otra selección en el mismo libro, “Stalin’s Views on Economic Development” [Opiniones de Stalin sobre el desarrollo económico], de Alexander Erlich, pp.103 – 121, serviría como antecedente adecuado para discutir la naturaleza de las políticas extremas y su impacto sobre la eficiencia estática y dinámica. Otra imporante referencia es P. J. D. Wiles, The Political Economy of Communism [La economía política del comumismo], Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1962, Parte III, especialmente los capítulos 11 y 13. Un libro clásico que se ocupa de la complejidad de los antecedentes de los factores culturales, sociopolíticos y económicos que condicionan el desempeño sobre la era del socialismo y el capialismo, es Capitalism, Socialism and Democracy [Capitalismo, socialismo ydemocracia], de Joseph Schumpeter, New York: Harper and Row, 1949.
8 Friedrich A. Hayek, The Road to Serfdom [El camino a la servidumbre], Chicago: The University of Chicago Press, 1965, p. 36.
9 Sobre la vasta literatura relacionada con la muy discutida cuestión de la relación entre las instituciones y políticas económicas y la libertad política, sería sabio tener cuidado del simplista planteamiento que no ve ninguna. Pasando por unas pocas, las referencias generales a los argumentos de aquellos que ven una clara relación incluyen: Kenneth Boulding, The Organizational Revolution [La revolución organizacional], New York: Harper and Brothers, 1953, capítulo 13. Idem, Economics as a Science [La economía como ciencia], New York: McGraw-Hill, 1970, capítulo 6; J. M. Clarck, Economic Institutions and Human Welfare [Las instituciones económicas y el bienestar humano], New York: Alfred A. Knopf, 1961, especialmente el capítulo 8; Milton Friedman, Capitalism and Freedom [El capitalismo y la libertad], Chicago: The
University of Chicago Press, 1965, capítulos 1 y 2; Lord Robbins, Political Economy: Past and Present [La economía política: Pasado y presente], New York: Columbia University Press, 1976, especialmente los capítulos 9 y 11; P. J. D. Wiles, Economic Institutions Compared [Instituciones económicas comparadas], New York: John Wiles and Sons, 1977, capítulo 17; Sidney Hook, Political Power and Personal Freedom [El poder político y la libertad personal], New York: Collier Books, 1965, especialmente las partes 3 y 4.
10 Ver el conocido artículo de F. A. Hayek, “The Price Systems as a Mechanism for Using Knowledge” [Los sistemas de precio como un mecanismo para el uso del conocimiento] (Originalmente publicado bajo el título “The Use of Knowledge in Society” [El uso del conocimiento en la sociedad] en Comparative Economic Systems [Los sistemas económicos comparativos], editor Morris Bornstein, Homewood: Richard
- Irwin, Inc., 1979, pp. 49 – 60. Sobre el papel del conocimiento en los sistemas económicos y sociales, ver Idem, Individualism and Economic Order [El individualismo y el orden económico], Chicago: Henry Regnery Company, 1972, especialmente, los capítulos 2 y 4.
11 Ver las cifras comparativas sobre la tasa promedio de crecimiento anual del PIB para las economías de mercado y las de no mercado para la década 1970-1980, El Banco Mundial, Informe Mundial de Desarrollo 1982, New York: Oxford University Press, 1982, Tabla 2, pp. 112 – 113. También remitirse a las número 5 y 7.
Fuente: